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D Nissen


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Juri

Yo nací en la capital. Mi ciudad es muy bonita, muy verde y antigua. A mí me gusta mucho mi ciudad. Soy ingeniero de la construcción, igual que mis padres y mis abuelos. Si Dios quiere me gustaría visitar todo el mundo y aprender muchos idiomas. Como dice el refrán: "Sabes muchos idiomas, tienes muchas vidas".

Quiero contar una historia de mi infancia que recuerdo muchas veces. Todos los niños en todo el mundo esperan cuando viene el Nuevo Año, esperan la fiesta de Navidad. Viene Papá Noel con regalos. De la misma manera yo los esperaba. Y casi todos los años el venía. Y por mi inocencia infantil no podía imaginar que sus visitas las encargaban mis padres en los servicios artísticos especiales. Yo siempre tuve miedo de su visita. Para mí esta persona era muy grande e importante, una persona del mundo mágico y milagroso. Yo tenía miedo de sentarme en la silla donde él se sentaba porque temía transformarme en hielo.
Un día, sonó el timbre de casa en las últimas fechas de diciembre. Mi padre me mandó abrir con una expresión sospechosa en la cara. Yo abrí echándome para atrás. "Vino Papá Noel" –murmuré a mi hermano con miedo y admiración.
Entrando en nuestra sala, Papá Noel preguntó: "¿Viven por aquí dos hermanos? Es que quiero felicitarles el Año Nuevo y darles los regalos. Pero antes tenéis que contarme los versos que sepáis y cantarme las canciones que conozcáis, me gusta escuchar como cantan los niños". Cuando cantaba la canción, yo estaba sorprendido por la conducta de mi padre, porque notaba de su parte el respeto merecido a nuestro huésped. Mi papá, casi riendo, empezó a hacerle preguntas. Me parecían preguntas extrañas, muy frívolas. Pero Papá Noel también tenía una conducta un poco extraña: perdió la seguridad, luchaba con su risa y estaba un poco nervioso.

Mi padre, bien sentado en su diván, continuaba preguntándole: "¡Qué interesante, Papá Noel! ¡Debajo de su abrigo sobresale un vestido igual que el que tiene nuestra madre! ¿Usted tiene los mismos zapatos que ella! ¡Qué curioso!" Y por fin , después de su invitación a tomar bebidas alcohólicas, Papá Noel ya no pudo contener más su risa y debajo de su barba caída yo vi la cara de mi madre. Nos reímos todos, sobre todo Papá Noel. Lo que había pasado es que mis padres no llegaron a tiempo de encargar un Papá Noel para nosotros y mi madre decidió interpretarlo cambiando su ropa en casa de los vecinos.
Ha pasado mucho tiempo, ya no creo en Papá Noel y ya no está mi padre, pero yo recordaré para siempre mi primera pérdida. Pérdida de Papá Noel... sin dolor y con risa.

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