Ludmilla
No hay un gran amor como el amor de nuestro gran Dios. Necesitamos solamente creer en Él y Él nos ayudará en todos nuestros problemas y necesidades. Siempre quise ser amada por mi familia y mis amigos, pero temía por mi vida. Un día estuve presente cuando mi padre estaba borracho y quería pegar a mi abuela con una botella en la cabeza. Yo intenté protegerla con mi cuerpo, pero él no se dio cuenta de lo que hacía con su furia.
Cuando era joven Dios me ofreció su amor y me regaló un hermoso cuerpo, pero yo no lo apreciaba hasta que estuve cerca de perderlo en un terrible accidente.
Sólo la presencia de Dios me protegió de la muerte. Otra vez Dios me ayudó cuando mi hija paralizada. Ahora descubro el gran amor de Dios por todo ser humano, y la única manera de proteger nuestra alma es creer en Él. Actualmente trabajo con una simpática familia y me siento como una de ellos. Gracias a Dios, gracias a la Iglesia Ortodoxa y gracias a mi familia.
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